Era sábado, ya eran las cuatro y media e Ignis no tenía ningún plan para esa tarde, así que decidió ver un rato la tele.
No habían pasado ni cinco minutos cuando sonó el teléfono.
Miro la pantallita y vio que era el teléfono de una amiga. Lo cogió. Era Miriam.
Miriam la preguntó que si podía salir a dar una vuelta con ella y con Tanev.
Ignis se alegro de que la hubiese llamado para salir porque se estaba aburriendo, en la tele solo había programas basura. Así que la dijo que si y quedaron a las cinco en el portal de Miriam.
Mientras se preparaba para salir, pensó que sería una tarde divertida, porque estaba Tanev.
Tanev era un chico raro, pero no en el mal sentido de la palabra. Era extraño porque estaba un poco loco, le encantaba bromear y hacer el ganso, pero sobre todo lo más divertido de el es que no podía estarse quieto.
Pero Ignis sabía que detrás de toda esa locura e hiperactividad se encontraba uno de sus mejores amigos, alguien en quien podía confiar y que la apoyaría en los momentos difíciles dándola todo su cariño.
Ya eran las cinco menos diez e Ignis se despidió de su madre y salió de su casa para no llegar tarde.
Cuando llego, Tanev estaba en el portal de Miriam esperándola. Para no variar, Miriam llegaba tarde. A pesar de que a Ignis la ponía enferma que la gente se retrasase, con Miriam siempre hacia la excepción y no la regañaba. La tenía un cariño especial aunque a veces fuera muy pesada e insoportable. Era como su hermana.
Cuando Miriam salió de su casa, Ignis no puedo evitar que en su rostro se dibujara una gran sonrisa al ver su nueva camiseta. De repente se abalanzo sobre Miriam y empezó a gritar como una loca por la emoción:
-¡Que chachi! ¡Qué bonita es! ¡Yo la quiero!
Era una camiseta del grupo Sonata Ártica. A Miriam y a Ignis las encantaba. Eran uno de sus grupos favoritos. A Ignis la gustaba mucho una canción en concreto de ese grupo, se llamaba Victoria secret . Cuando la escuchaba sentía que se transportaba a un mundo en el que todo era perfecto y en el que solo estaba ella y un secreto.
Cuando se la pasó la emoción por la camiseta, los tres decidieron ir al Retiro a sentarse al lado de la estatua del ángel caído. Era su sitio favorito en todo aquel enorme parque. De camino compraron dos bolsa de pipas y se pasaron la tarde al lado de la estatua comiéndose las pipas y comentando como marujas cosas sobre las vidas ajenas.
Ya eran las nueve y los tres tenían que volver a casa. Miriam y Tanev se fueron por su lado e Ignis volvió andando hasta su casa sola, pero en vez de salir a la calle, decidió seguir andando por el Retiro.
De pronto volvió a notar la sensación que había sentido hacia ya unos días cuando volvía del instituto.
Se giró hacia todos los lados pero no vio a nadie.
De repente no muy lejos vio la silueta de una mujer, pero no la de una mujer normal.
Era muy delgada y alta, como mínimo medía uno ochenta. La silueta se fue acercando hasta que Ignis pudo ver que era una chica no mucho mayor que ella con el pelo rojo, casi como el vino y los ojos de un color verde muy intenso. Llevaba puesta una ropa de color verde que no parecía de este siglo.
La joven se seguía acercando e Ignis se quedo fascinada al ver un pequeño detalle de esa chica tan rara, aparte de tener unas manos con los dedos extremadamente largos y delgados tenia las orejas alargadas y puntiagudas. Ignis no salía de su asombro, era imposible, esa chica era, un elfo.
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